La sinceridad es odiosa

Laura Fernández Montesinos

Es de dominio público la pregunta para qué tanta cumbre política, si los acuerdos no se cumplen, si los diplomáticos se plantan entre ellos, o simplemente se llevan la corriente, pero nunca logran beneficios reales para la población.

El lunes 20 de abril, tuvo lugar en Ginebra la cumbre sobre el racismo -más interesada que interesante- pues el mundo occidental, una vez más, dio muestras de su falta de respeto hacia el resto del mundo, en primer lugar, porque Estados Unidos, Alemania e Italia, en previsión de que se acusaría a Israel, desistieron de acudir.

Cuando esto se produjo, los representantes de la UE que se autodenominan democráticas, salieron en desbandada, abandonando el recinto de discusión. Fue el presidente iraní Mahmud Ahmadinejad, quién tuvo la valentía de acusar de racista al gobierno de Israel. Un hecho real, auténtico, indiscutible, pero que el mundo occidental, por intereses económicos, niega absoluta e irrespetuosamente.

Personalmente no soy partidaria ni admito ciertas prácticas barbáricas que se siguen utilizando en algunos países, por más que aspire y sea proclive a respetar, incluso a defender la soberanía y el sistema de vida tradicional o costumbrista de sus sociedades. Ni es el presidente iraní un dechado de virtudes, ni su país es el más justo e imparcial. Pero como occidental me siento avergonzada por la actitud de mis representantes.

El tema en cuestión: el racismo, es serio e importante, y el hecho de negar la existencia de la fiebre racista en Israel contra los palestinos, es exactamente lo mismo que negar el genocidio judío. La cuestión se centra en que el gobierno judío israelí es un gran socio comercial. Irán no lo es. Por dicha causa no interesan las palabras de su mandatario, por más reales que sean. Los israelíes y sus aliados se centran en la negativa del presidente Ahmadinejad a aceptar la existencia del holocausto judío por parte de los nazis (habría que preguntarle sus razones, cómo lo entiende él, y qué versión tiene del conflicto). Pero Israel a su vez, siempre victimizado interesadamente y con la lagrimita colgando, no sólo niega el genocidio palestino, sino que está avalado para continuarlo hasta el exterminio. Por lo tanto tan falsos son, que habría que dejar plantados a ambos. Peor aún: Israel tiene en sus manos el poder para dejar de atentar contra Palestina, establecer un estado Palestino, pues no existe en los mapas, ni tienen pasaporte, pero se niega rotundamente, porque sus intenciones son las de exterminarlos, exactamente igual que lo que quiso hacer Hitler con los judíos.

La historia dictaminará finalmente, quizás en unos siglos, que los actos barbáricos que se están cometiendo en Palestina tienen implicaciones más profundas incluso que los sucesos acaecidos durante la segunda guerra mundial. Pues en lugar de corregirnos como civilización, empeoramos, cual hordas prehistóricas sedientas de sangre: mejoramos los métodos para matar, cuidando de cubrirnos las espaldas con fructíferas alianzas que impidan juicios sumarios como los de Nuremberg por crímenes contra la humanidad, y tachando a quién se atreva a juzgar nuestra crueldad, de antisemitas. Una forma de correr tupido velo, es recordar con constancia perversa el trágico genocidio judío, así como de no reconocer el palestino. Al fin y al cabo son los objetivos para el negocio armamentístico de Europa y Estados Unidos con los nuevos nazi: los israelíes. No, no es el presidente iraní al que se debería dejar plantado en el estrado. Es al resto de los líderes, por cínicos, interesados y cómplices del indignante genocidio palestino, del que ya van tantas víctimas como judíos en la Alemania nazi.

La decencia ciudadana, como votantes, nos obliga a levantar una protesta contra aquellos representantes que no tuvieron la valentía y responsabilidad para responder al presidente Ahmadinejad con palabras ecuánimes y sinceras. Si se fueron era porque no tenían argumentos para combatirlas. Israel llora a su millón de judíos asesinados. ¿Quién llora al millón de palestinos en estos sesenta años de exterminio?

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